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Alejandra, una joven venezolana de 20 años, ha construido su vida en Colombia con la resiliencia como motor y el liderazgo como herramienta. Su historia, tejida con esfuerzo y determinación, es la de una niñez interrumpida por la migración que logró encontrar un camino de transformación en el servicio a otras personas.
En 2018, con apenas 14 años, Alejandra dejó su hogar en Barinas, Venezuela, junto a su familia. La travesía fue dura: cruzar la frontera de noche, atravesar trochas llenas de piedras y lodo, mientras llevaban pertenencias y cuidaban a los hermanos menores. “Era entrar [a Colombia] o dormir en la calle. Mi mamá solo nos decía: ‘Cuiden sus cosas, no miren atrás y sigan adelante’”, recuerda. A pesar de los riesgos, lograron llegar a Colombia, pero el reto apenas comenzaba.
Desde el inicio, Alejandra asumió responsabilidades que muchas niñas de su edad no enfrentan, sumado al hecho de ser una niña migrante. Se convirtió en el pilar para sus hermanos menores, mientras su mamá y su papá trabajaban largas jornadas. Pero Alejandra no se detuvo ahí. Con 14 años comenzó a peinar para ganar un ingreso extra. “Aprendí en Venezuela, haciendo trenzas a mi mamá y a mi hermana menor. Esa práctica me dio las bases para empezar a trabajar en Colombia”, cuenta con orgullo.
Aunque tuvo que crecer rápido, Alejandra encontró en el arte de las trenzas una forma de expresarse. “Hacer una trenza es como armar un camino. Vas uniendo mechones, paso a paso, y cuando terminas, todo está en su lugar, perfecto. Así siento que ha sido mi vida: tejiendo oportunidades de lo que parecía imposible”.
Liderazgo a través del aprendizaje
La llegada de Alejandra a los programas de Fundación PLAN marcó un punto de inflexión en su vida. Asistir a talleres y capacitaciones le permitió descubrir una nueva versión de sí misma. “Antes era muy cerrada, no hablaba con nadie. En los talleres aprendí a interactuar, a expresarme y a entender el valor del liderazgo”, comparte.
Los temas que más le impactaron fueron aquellos relacionados con derechos sexuales y reproductivos, y violencia basada en género. “No sabía que tenía derecho a decidir sobre mi cuerpo. Aprender eso cambió la forma en que me veo a mí misma y cómo oriento a mis hermanas menores”, dice Alejandra. Este conocimiento le permitió también enfrentar situaciones de discriminación y abuso, tanto para defenderse como para proteger a su familia.
Como lideresa en su comunidad, Alejandra comparte lo aprendido con quienes la rodean. “Me gusta enseñarles a los niños y las niñas que sus derechos son importantes y que siempre deben ser escuchados. A veces, solo necesitan a alguien que los motive y los haga sentir valorados”, explica.

Resiliencia y sueños para el futuro
A pesar de los desafíos, Alejandra no ha dejado de soñar. Quiere profesionalizarse en peluquería, terminar su bachillerato y, eventualmente, estudiar algo relacionado con criminalística o primera infancia. Su amor por trabajar con niñas y niños viene de su experiencia en una guardería, donde, siendo aún menor de edad, se encargaba de cuidar, alimentar y alegrar a las y los más pequeños. “Amo la energía de los niños. Me divierte jugar con ellos y sentir que puedo hacer su día más feliz”, dice con una sonrisa.
Además, Alejandra sueña con contribuir a su comunidad de forma más estructurada. Piensa que, así como se aprende a trenzar, también se puede construir una red de apoyo sólida. “Cada mechón que unes en una trenza representa algo que aportas: empatía, conocimientos, solidaridad. Al final, todo eso crea algo más fuerte, algo hermoso”, reflexiona.
Un mensaje para el presente y el futuro
Alejandra ha entendido que el liderazgo no se trata de tener todas las respuestas, sino de estar dispuesta a aprender y acompañar a los demás. “No soy la misma persona que llegó a Colombia. Antes me costaba hablar, ahora no me callo cuando se trata de defender mis derechos y los de los demás”, asegura.
Su mensaje para otras niñas y mujeres que buscan liderar es claro: “No tengan miedo de dar ese paso. Todo lo que aprenden y comparten se convierte en una herramienta para avanzar. Ser líder no es imponer, es inspirar y acompañar. Y nunca olviden que ustedes tienen el poder de construir su propio camino, trenza por trenza”.
Alejandra, con sus manos hábiles y su corazón fuerte, sigue trenzando oportunidades para ella, su familia y su comunidad. Su historia demuestra que la resiliencia y el liderazgo pueden cambiar vidas, incluso en los momentos más difíciles. Y que, al final del día, los caminos que construimos en comunidad son los más duraderos.