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Jorge, inspirado por las lideresas de su comunidad, decide tomar acción en prevenir las violencias basadas en género.
Jorge es un joven líder comunitario de 21 años que, desde la adolescencia, ha trabajado incansablemente por su comunidad. Su historia es un testimonio de transformación personal y social, un viaje que lo ha llevado a cuestionar las nociones tradicionales de masculinidad y a convertirse en un aliado en la lucha por la igualdad de género.
Desde que tenía 14 años, Jorge se involucró en su comunidad motivado por el ejemplo de las lideresas del barrio. “Al principio me acercaba a ayudarlas con cosas simples, como cargar sillas para las charlas. Pero poco a poco fui entendiendo el impacto de su trabajo y me sentí inspirado a seguir participando”, cuenta. Una de las figuras que marcó su camino fue Nancy, una lideresa que lo guio y le mostró el valor de un liderazgo empático y colaborativo.
Cuestionando la masculinidad tradicional
Jorge creció en un entorno donde la masculinidad estaba definida por normas rígidas: los hombres no lloran, deben ser proveedores y no expresar emociones. Sin embargo, su participación en talleres realizados por organizaciones como Fundación PLAN lo llevó a reflexionar sobre estas ideas. “Al principio pensaba que ser hombre era lo que la sociedad me había enseñado, pero en las charlas aprendí que hay otras formas de ser y que no está mal mostrar fragilidad o pedir ayuda”, explica.
A través de estos espacios, Jorge descubrió que las emociones no tienen género y que expresarlas no lo hace menos hombre. “Aprender a hablar de lo que siento ha cambiado mi relación con mi mamá y mis hermanas. Ahora las ayudo más en las labores del hogar y hablo abiertamente con ellas sobre lo que pienso y siento. Ellas bromean diciendo que las estoy ‘volviendo locas’, pero creo que también valoran este cambio”, dice con una sonrisa.
El poder de un espacio seguro
Uno de los proyectos que más lo ha impactado es la creación del “Espacio Seguro” en su comunidad. Este lugar, adaptado con el esfuerzo vecinal y organizaciones, sirve como punto de encuentro para charlas sobre derechos, prevención de la violencia de género y nuevas masculinidades. Jorge ha sido testigo de cómo este espacio ha transformado vidas. “Aquí las personas pueden desahogarse, sentirse escuchadas y aprender qué hacer en casos de violencia. Es un lugar donde nadie se siente juzgado”, señala.
Aunque Jorge reconoce que el cambio no es inmediato, cree firmemente en el impacto de estas iniciativas. “Cuando empezamos, muchas personas eran reacias a participar. Ahora son ellas mismas quienes preguntan qué actividades hay cada semana. Ver cómo el Espacio ha crecido me llena de orgullo”, afirma.
El liderazgo juvenil como motor del cambio
Para Jorge, las y los jóvenes son clave en la transformación social. “Somos el motor de la comunidad. Cuando las lideresas actuales culminen su ciclo, nosotros debemos tomar su lugar y continuar con lo que ellas han construido”, dice con convicción.
Aunque aún enfrenta retos, como el machismo presente en algunos de sus pares, Jorge utiliza lo aprendido en los talleres para generar conversaciones constructivas. “A veces no es fácil debatir porque muchos no se dan cuenta del daño que causan. Pero poco a poco se pueden cambiar perspectivas”, reflexiona.
Su compromiso con el liderazgo lo ha llevado a soñar con un futuro en el que pueda combinar su pasión por la comunidad con su formación académica. Actualmente estudia análisis y desarrollo de software, pero planea continuar su formación en trabajo social para fortalecer su impacto en la comunidad. “Quiero aplicar lo que aprendo para crear proyectos que ayuden a más personas. Todo está conectado: la tecnología, el trabajo comunitario, el liderazgo”, explica.
Un mundo ideal: la igualdad como horizonte
Cuando se le pregunta cómo imagina un mundo donde los hombres puedan expresar libremente sus emociones, Jorge no duda en describirlo como un ideal. “Sería un mundo donde los hombres no recurran a la violencia como forma de desahogo, donde las relaciones sean más justas y donde podamos entendernos mejor con las mujeres”, dice. Para él, este cambio comienza con pequeñas acciones: reflexionar sobre los comportamientos diarios, ser más conscientes del impacto de nuestras palabras y apoyar a quienes nos rodean.
Jorge es consciente de que el camino hacia la igualdad no es sencillo, pero cree que cada esfuerzo cuenta. “Cambiar actitudes mejora nuestras relaciones y nos hace mejores personas. No es solo por nosotros, sino por la comunidad, por las generaciones que vienen”, afirma.

Hoy, es un referente para otros jóvenes del barrio, quienes le apuestan a transformar su masculinidad
Un mensaje para el cambio
Su experiencia como líder comunitario le ha enseñado que el cambio comienza con una decisión: la de reflexionar y actuar. A otros jóvenes les dice: “Una nueva masculinidad no es algo malo, es un estilo de vida diferente que nos ayuda a crecer como personas. No tengan miedo de dar ese paso y convertirse en agentes de cambio”.
Y a la sociedad en general le deja un mensaje claro: “Los jóvenes somos parte del cambio. No a la discriminación, sí al diálogo, a la empatía y al trabajo en equipo”.
La historia de Jorge es una inspiración para quienes creen en el poder de las comunidades para transformar vidas. A través de su liderazgo, ha demostrado que cuestionar las normas tradicionales y construir espacios de apoyo puede marcar la diferencia. Su camino es un recordatorio de que la igualdad no es un destino lejano, sino una meta que se construye día a día, con acciones pequeñas pero significativas.